domingo, 12 de agosto de 2018

Por cuando Selene alumbró el embarcadero



La oscuridad de la noche
no deviene perpetua.
De repente
un haz de luz imprevisible
despierta a los dormidos
que solo masticaban en sueños
aquello que las manos no podían recorrer
ni las lenguas añadir.
Y por unos instantes
que van más allá del tiempo
y el desconocido espacio
te aferran a lo que pudiera ser
la vida en su amable existencia.
Y es entonces
cuando percibes el viento
que mueve los ababoles
en un baile de rojos
eternos, porque estuvieron.
Y sabes de labios ardiendo
porque no fue mentira
ni una imaginación
en el cuarto del lector
que rompe la soledad
en vidas prestadas.
Sí, es de repente.
Estás donde no te crees
cuando poros y recodos
silenciados y aturdidos,
por la anestesia de lo que no fue,
despiertan de entre los muertos.
Y saltas por la ventana
para caer sobre un regazo
que te habla de ti
mientras sientes su respiración
en una mañana de siempre,
esa que no puede suicidarse
porque te la has bebido
donde solo tú puedes encontrarla.
Y la quieres,
y se lo dices,
esperando que nadie
lo haya hecho igual,
para que te visualice concreto
cada vez que el recuerdo
se derrame sobre sus ojos
de un próximo estío.








Efímeramente eterno


Si se hizo la luz de calor
brillante de cegar espigas
que de tan amarillas
enrojecieron
y si se hizo la oscuridad bochorno
de luna nueva y astros
que de tan azules
también viraron al rojo,
pudo ser por el tapiz
que en la sinagoga
abierta de paredes y techos,
ingrávida y alocada,
nos permitió los sudores
del uno contra el otro.
Empapando
no tanto almas alegres
como siendo hemorragia
de perdidas acumuladas
que el olvido momentáneo
decapitó
en las salvajes horas
que a veces tienen las jornadas
e incluso
un tiempo perecedero,
un cruce de caminos
que sin volver
vuelve
cada vez que el solsticio
eleva temperaturas y rayos
sobre un pubis y una melena
que de ser aún
serán nevados
sin tal vez recordar
unas manos ya surcadas
y una mirada que solo
con parpados caídos
admira hacia atrás
sin esfuerzo.



 

La profesión va por dentro

La profesión va por dentro Gabriel, el profe de música, siempre estaba dispuesto. Así nos librábamos los demás de ser Papá Noel una vez ...