sábado, 6 de enero de 2018

El río llega a la mar

Al abuelo Jerónimo le quedaban solo dos dientes, pero nunca conseguimos que se los quitara y se pusiera una dentadura postiza. Hay que dejar que la naturaleza haga su camino, siempre contestaba. Y es claro que eso le impedía comer muchas cosas, pero se la traía al pairo.
Su estancia en la UCI por el coronavirus la vivio igual, según nos cuenta: Ni miedo ni leches, lo que tuviera que pasar.
Concluidas las fases pertinentes, nos pudimos juntar en Nochebuena. Ya en los dulces, tras hacerse unos cuantos polvorones, cogió un buen cacho de turrón del duro con tal parafernalia que a nadie nos pasó desapercibido. Nos quedamos mirando esperando que solo lo chupara, pero le dio tal bocado que los dos supervivientes saltaron a la mesa y la boca empezó a sangrarle.
No sé como nadie supimos reaccionar, pero el caso es que nos quedamos todos en nuestras sillas mirándole como petrificados. Y fue entonces, cuando él comenzó a reírse con tales carcajadas que todos transitamos del pasmo a contagiarnos y empañar el comedor con estruendosas risas que no éramos capaces de parar. Increible.
Fue un momento eterno, en ese buen sentido que a veces le damos al tiempo cuando sentimos que dura para siempre aunque termine.
A la mañana siguiente ya no se levantó. Y aunque algunos penséis que exageramos, todos los que estuvimos allí, estamos seguros de que él, como mínimo, lo presentía. Que había notado algo así como que las plantas de sus pies perdían las raices que lo sujetaban al huerto. Y que fue la mejor lección y el mejor regalo que se le ocurrió dejarnos.

2 comentarios:

  1. Cuánto me alegro de que tengas blog, es la mejor manera de que posamos pasar por aquí de vez en cuando y localizar tus micros. Uno o dos al mes es suficiente.
    Nos cuentas una historia simpática de cómo supo dar utilidad a los dos últimos dientes, y provocó el jolgorio. Qué grande los abuelos y su estética cautiva. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, amigo, a ver si voy poniendo.
    Me alegra que la historia te parezca simpática con ese saber de los abuelos lúcidos.

    ResponderEliminar

La profesión va por dentro

La profesión va por dentro Gabriel, el profe de música, siempre estaba dispuesto. Así nos librábamos los demás de ser Papá Noel una vez ...