Lo llamo todos los días varias veces, no me resulta
soportable imaginarlo encerrado en su habitación. Por lo menos tengo que estar
contento de que pese a sus noventa años está más lúcido y coherente que yo. El
móvil lo maneja como manejaba la azada en sus tiempos mozos.
Solo le quedo yo, sobrevivió a su único hijo y a mi madre
aquella noche de una carretera helada.
Siempre pienso antes de teclear para contarle algo y no
quedarme en un ¡Què tal! Hoy le he contado que he puesto comida para pájaros en
la mesa de la terraza con la intención de que vengan y me alegren también mi
encierro, pero que va mal, solo viene un gorrión que picotea en el suelo lo que
la lluvia ha tirado, y estoy un poco perplejo.
Él siempre me comenta con mucha tranquilidad las cosas, nada
parece ya sobrepasarle ni parecerle extraño o como para darle muchas vueltas. Estoy
acostumbrado, pero hoy a mí me ha dejado sin palabras. Le ha dado por decirme
que la poca visión de esos animalillos no es nada comparado con la que él tuvo
conviviendo con mi abuela treinta años más de los que debía. Por un lado por el
niño y por otro por esa incapacidad que algunos tenemos de darle una puñalada a
quien en realidad queremos aunque ya no de la misma manera. Y que el tiempo
pasa y ya no se recupera. Que aún piensa en la otra, Julia, como nunca dejó de
hacerlo.
Cuando ha acabado, mi mudez le debe haber hecho pensar que
se había dejado llevar y rápidamente a cambiado de tema aprovechando que le
entraban la cena.
Me ha dicho que le toca comer con las manos, porque con todo
este ajetreo del coronavirus le han perdido la cuchara de madera y no consigue
que le traigan otra. Por descontado que no piensa pedir una de esas de plástico
que le parecen un invento del diablo para hacernos perder la dignidad.
Sé perfectamente que jamás utilizará las metálicas, con ese
sabor que siempre guarda en la memoria. Ese mismo de las tenazas con las que le
arrancaron dientes y muelas.
Ya me dijo el otro día, que no le había dado placer haber
sobrevivido también a Billy el Niño, que llevaba muchos años esperando otra cosa,
desde aquella primera fase que nunca fue real del todo.