La echo de menos, mucho más cuando llueve
Yo nací primero, bajo la ducha, sin que nuestra madre se
diera cuenta y me dejara allí, sin tan siquiera cerrar el grifo, al notar unos terribles
dolores de parto que le arrancaron los primeros gritos.
Ella nació en el hospital de puro milagro, su cabeza ya
asomaba como buscándome cuando la matrona hizo la primera exploración. No hubo
tiempo de llegar al paritorio y emergió entre lo que parecía un llanto, siendo
en realidad una llamada desesperada.
Entre los comentarios habituales, como lo preciosa que era,
lo pequeñita, que ya tenía mucho pelo o a quien se parecía, nadie se percató de
que esa niña no tenía sombra, ni podían imaginar que yo ya viajaba por el
desagüe.