No es por alardear, pero vengo de la mejor familia de
embalsamadores de México, y las hay buenas, muy buenas.
Cuando Laura murió, y aunque no le di buena vida con mi
pulsión por el mezcal y los traseros de otras mujeres, tras llorarla lo
indecible me puse manos a la obra para mi mejor trabajo.
Vive, es un decir, en casa conmigo, en su propia habitación.
Yo sigo siendo el que era, juerguista, mujeriego y bebedor, pero todos los días
le cuento cosas para entretenerla y sentir que algo compenso.
El uno de Noviembre, lo paso al completo con ella. Abstemio
y formal como ella me hubiera deseado.
Y ese día, tan solo ese día, porque tal vez no me merezca
más, le hago el amor.
Sé que no es fácil de entender y que se me puede considerar
un ser macabro, pero sí, ella sonríe cada vez, y eso es lo que importa.