Como en un continuo, Sara le pedía con insistencia el mismo regalo, pero era
como si él encontrara siempre la tienda cerrada a cal y canto
Aunque intentaba ser comprensiva, su mirada era clara: “Las
promesas se cumplen”.
Aquel día de verano, justo el mismo de aquella noche de playa cuando todo vino a ser como por primera vez, se armó de valor y, amándola más que
nunca, fue capaz de dejarla marchar mientras la besaba eternamente.
Javier Palanca Corredor
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