Entre todos los presentes, le dimos tal
paliza que acabamos convirtiendo la teoría en ley irrefutable: Cuanto más
tiempo, más fuerte y por más sitios se golpea un cadáver, más se distancia de
lo que pudiera parecer un ser humano.
Siempre comentó que solo tenía dos
deseos para cuando muriera, donar su cuerpo a la ciencia, dado que era un ser
extraordinario digno de estudio, y que en su sepelio se cantara el “México
lindo”, pero de esto último pareció no acordarse nadie.